IBARRA ESTÁ EN REBAJA

Ya habíamos comprado las viandas y mi señora me dio permiso para explorar por mis territorios favoritos mientras ella rebuscaba entre saldos y rebajas. Doblando la esquina de las televisiones de plasma, me adentro por los pasillos de la play station, desembocando en la literatura infantil. Fue muy edificante contemplar a un grupo de niños que ojeaban o leían atentos, sentados en el suelo. Pasado el último recodo, levanto la vista, obviando los libros de cocina y las guías Michelín; oteando, por fin, atisbo los expositores de Literatura. Cuál será mi sorpresa cuando me topo con Ibarra, mucho Ibarra, en oferta. Alarmado, doy la vuelta, repaso los libros más vendidos, y no, Ibarra no está entre los diez más vendidos, sólo está en oferta, rebajado. Mecagüen. Tomo sus Cristales rotos y lo abro con devoción, como abría el Antiguo Testamento cuando era un adolescente arrebatado de espiritualidad. Leo atento, como si fuese en busca del tiempo perdido, porque, confieso que he vivido, junto a él, tiempos ahora acelerados, confusos y difusos. Al paso de las frases voy pensando la poca intensidad dramática del relato de su infarto, pese a las solemnidades nacionales que le preceden. No levantaba la vista de los reglones, pese a ello, un tropel de pensamientos se superponía a la lectura. Recordaba, por ejemplo, que a un buen amigo común, Ibarra le había confesado que ya contaba con que le irían abandonando… ¡pero no tan deprisa! La condición humana. Ya me temía algo así, en viendo la tibia respuesta de sus conmilitones ante el anuncio de su retirada de la política activa, temor que se vio confirmado con aquel homenaje tardío, escenificado, que no caluroso. Y ahora en las rebajas de Carrefour. Según parece, esta izquierda emergente de la política 2.0, tiene por devocionario elcuadernodeguillermo.bolgspot.com, pero no compra el libro de Ibarra ni se interesan por el origen de las especies. O van a las kedadas, pero no hacen de interventores electorales. Así pasa lo que pasa, que a Ibarra lo venden rebajado, en oferta, unos euros más barato que El caballero de Alcántara de Sánchez Adalid. ¿Qué crimen, para merecer este castigo? Nada, que me compré el libro, con la intención de leerlo, invadido por no sé qué nostalgia, a la par de otros sentimientos oscilantes, de irritados a divertidos. A lo que se ve, el coronel no tiene quien le escriba. Así pues, me veo obligado, por la educación sentimental, a daros cuenta de mis lecturas de este adiós a las armas de Ibarra. Ya os contaré.