EL PERFIL DE UN CARGO PÚBLICO

Hay veces en las que parece que las personas -no importa que tengan o que hayan tenido algo que ver de una forma directa con la política, bien sea en cargo público u orgánico- se empeñan en rizar el rizo. Veamos: Casi de continuo nos hacemos la llamada pregunta del millón: “¿Cuál es el perfil ideal para un cargo público?”, sin pensar que con ello estamos mostrando la ignorancia o la ceguera de nuestro “yo”.

Por lo que se está demostrando, cuando tratamos de fijar eso que en psicología se ha dado en llamar “perfil” para elegir a la persona que nos debe dirigir en nuestra singladura política, nos fijamos en los tres siguientes puntos:

1º.- Que su aspecto físico sea agradable e inspire confianza.

2º.- (Que bien podría ser el primero de los tres) La afinidad que tenemos con esa persona. (Eso que en política se suele denominar “la familia”).

3º.- Si las relaciones sociales que tiene están repartidas entre las distintas capas sociales y si tiene un alto número de familiares y amigos (¡Votos!).

No nos engañemos, esas son las principales cosas que se miran, al menos en la teoría.

Ahora debemos analizar que es lo que la mayor de las veces obviamos:

1º.- La inteligencia, más o menos demostrada, de la persona elegida.

2º.- El nivel cultural de la misma. Pero sin confundir el “nivel cultural” con los conocimientos, pues todos sabemos que, en muchos casos, los títulos no suelen acompañar al saber. (Recordemos aquello de qué “lo que Natura non da, Salamanca non presta”).

3º.- Si tiene un talante tranquilo y conciliador o, por el contrario, es una persona resentida socialmente. Cosa que es imprescindible saber para apoyar a alguien en política.

4º.- Si tiene la capacidad analítica suficiente para saber diferenciar lo que de verdad es importante para el bienestar, social cultural o económico, de la ciudadanía. (Lógicamente dentro de la filosofía del partido que represente).

5º.- Si es capaz de fajarse dialécticamente con sus contrarios políticos utilizando el verbo con el suficiente conocimiento o, al contrario, más que verbo utiliza verborrea y, a veces, aunque solo sea por el tono empleado, barriobajera.

6º.- Que encaja con naturalidad y hasta con una sonrisa la adversidad política que en cualquier momento se puede presentar (eso que llamamos “comerse un sapo”).

7º.- Si tiene unos mínimos conocimientos de la ética y, por supuesto, si los utiliza, y

Creo que tal y como están diseñados los organigramas de los partidos políticos en nuestro país, la mayor de las veces, el candidato o la candidata lo impone quien o quienes “dominan” las agrupaciones locales, o les son impuestos por Órganos superiores. Ese es uno de los inconvenientes de un partido democrático. Por esa razón –según tengo entendido- el Secretario General del PSOE, ZP, está estudiando como cambiar la forma de designación –siempre, como no podía ser de otra manera, respetando el más amplio sentido de la libertad democrática. Pues, además, con ello, imagino, tratara de evitar el debate interno que la mayoría de los varones mantienen consigo mismo cuando designan un candidato, o los enfrentamientos entre militantes. Después ya es cuestión de suerte.

Otra cosa es: ¿Que es lo que consideramos nosotros se debe cambiar y que no en este sistema de designación? Considero que esta si que es la pregunta del millón.

JRD.